Como cristiano, no creo en la superstición ni en la mala suerte, ya que todo tiene sus consecuencias, un por qué y para qué. Sin embargo sí que tengo algunas historias con determinados libros que pondrían los pelos de punta a cualquiera, y que si no tuviera los principios y fe que tengo, me harían replantearme bastantes cosas.
Hace muchos años, unos quince o quizá más, mientras estaba intentando reordenar viejos CDs, me encontré con uno en donde había antiguos escritos míos que había guardado. Uno de ellos era apenas un esbozo de novela, y me dio tal emoción volver a hallarlo que decidí continuarla.
Se suele aconsejar que las cosas del pasado, mejor dejarlas donde están y sin remover. Yo no lo hice.
La trama de la mencionada novela consistía en una especie de orden religiosa, una suerte de templarias, pero femenina. Las religiosas (monjas) habían estado ocultas durante siglos, escondidas del mundo, y heredaban viejos, llamémosles "dones" provenientes de una antiquísima sabiduría que celosamente guardaban.
En la novela una de las religiosas, una joven que había sido recientemente novicia, se le encarga como misión dirigirse al Vaticano custodiando un valioso objeto en compañía de un sacerdote.
No puedo continuar porque, sinceramente, no seguí con el libro. Este relato tenía que estar constantemente reanudándolo y abandonándolo, debido a que, en cuanto me ponía a escribirlo, ocurría algo que me impedía continuar. Lo peor es que no era algo bueno: ocurría alguna desgracia.
Al principio no le di mayor importancia, pero no sé si ya estaba tan empecinado en ello y tenía tanta fijación, que acabé por cogerle miedo y lo abandoné. Dejé de escribirlo, y al fin pude respirar tranquilo. De hecho acabé con todos sus borradores (no se si me quedará alguno por algún pendrive).
Los años pasaron y no volví apenas a acordarme de aquel relato. Pero hace un tiempo volví a experimentar la misma sensación. No se muy bien cómo explicarlo, pero es algo raro. Es como si subconscientemente notaras que estás metiéndote en un sitio equivocado, en algo que te va grande, o tocando fuerzas (o poderes) que no deberías de tocar. Cuando empecé a escribir "El vuelo de las valkyrjas", esa espeluznante y escalofriante sensación regresó.
Pero en este caso decidí tirar hacia adelante y no hacer caso: no creo (ni creía) en esas cosas, no soy supersticioso, así que lo ignoré. Pasando entre marañas de problemas y de dificultades, logré terminar (e incluso poner a la venta) "El vuelo de las valkyrias". Era tanto lo que me había esforzado, y trabajado en ese libro (la introducción es una de las recopilaciones mas completas de las valkyrjas que hay en español, no porque yo lo diga, sino porque es un compendio de todo lo que hay de ellas que me fue muy difícil reunir, ya que hay mucha paja y suposición en los textos que de ellas hablan) que después de haberlo hecho, no publicarlo me parecía algo absurdo y un trabajo en vano. Pensé que el libro (una de mis mejores redacciones hasta aquel momento, con mucha parte de historia personal) sería un éxito abrumador casi de inmediato, y muchos lectores lo apreciarían. Nada más lejos de la realidad: no se vendió ni uno. Bueno, creo que en todos estos años se vendió uno o dos.
Poco tiempo después decidí continuar con la historia, me gustaba y pensé que, tras conseguir su publicación, "el maleficio" se habría roto. Inocente de mí. "El vuelo de las valkyrjas 2" fue un libro agónico, lo escribí entre problemas y problemas, a veces sin poder levantarme de la cama, entre enfermedades, peleas, problemas de todo tipo...Y yo empeñado en que el libro no tenía nada que ver, siguiendo en mis trece escribiéndolo, hasta que enfermó mi madre.
Bueno -me dije- no era la primera vez que le pasaba (y así era), superaría esa crisis como las anteriores. Estaba a punto de concluir el libro, y sentía que acabarlo era como una carrera entre yo y esas fuerzas que trataban de impedirme su continuación, así que me daba pena dejarlo y, más aún, no quería creer que el libro tuviera nada que ver. Lo podía abandonar, o darle el toque final y publicarlo. Me arriesgué. Lo terminé de escribir. Y justo al acabarlo, mi madre murió.
Por supuesto no le achaco la muerte de mi madre (que en el Cielo está) a ese libro, faltaría más, fue solo una casualidad. Pero, por si acaso, no volví a retocar el texto ni siquiera a subir nuevas ediciones. El libro sigue en Amazon. Y no se vende ninguno. Cuando hace tiempo tuve que irme de Amazon, dejé de ponerlos a la venta, pero al regresar me volví a nuevo a replantear si quitarlos definitivamente o no. No soy supersticioso, insisto, de manera que volví a ponerlos online. Pero como si hubiera un muro infranqueable entre esos textos y el mundo real, ni se leen, ni se visitan, y mucho menos se venden.
Quizá enfadé a las valkyrjas. Quizá, queriéndolo o sin querer, desvelé o hablé sobre ellas cosas que no deberían desvelarse ni mencionarse, cosas que nadie debería contar, cosas que si han estado ocultas, fue por alguna razón. Y alguna razón importante.
En este mundo descreído y materialista, es difícil hacer ver y mostrar las oscuras fuerzas que nos rodean y la batalla que a nuestras espaldas, sin verlo ni saberlo, sólo percibiéndolo a veces, acontece.
Valkyrjas, no os enfadéis conmigo. Yo solo soy un hombre. Dejadme penar por el mundo, puesto que sabéis lo frágil que soy.
San Benito abad, protegedme.
| Redacción: CODE Intermedia | codeintermedia.com